marzo 24, 2009

El juego del angel

Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela, su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio. (...) Aquella tarde, escondido bajo la ropa para que no lo viese mi padre, me llevé a mi nuevo amigo a casa. Aquél fue un otoño de lluvias y días de plomo durante el que leí Grandes esperanzas unas nueve veces seguidas, en parte porque no tenía otro a mano que leer y en parte porque no pensaba que pudiese existir otro mejor, y empezaba a sospechar que don Carlos lo había escrito sólo para mí. Pronto tuve el firme convencimiento de que no quería otra cosa en la vida que aprender a hacer lo que hacía aquel tal señor Dickens. El juego del Angel- Ruiz Zafón

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