noviembre 03, 2007
La casa del camino de las horcas. (cap.1.)
El día toca a su fin, ha sido uno de esos días claros de principios de noviembre en los que el sol audaz aun se atreve a brillar impunemente aunque por hoy su reinado ha terminado.
El aire arrastra notas de olor a cobre y oxido, el olor de las hojas desterradas de sus arboles que tanto había echado de menos sin darme cuenta.
Dos gatos ociosos duermen bajo el tejado de la granja continua enroscados el uno sobre el otro, tranquilos en la seguridad de su rutina diaria de juegos y paseos .
Un tercero, el mas joven se entretiene dando caza a una enorme y zumbante mosca, la atrapa solo para dejarla ir y tener la oportunidad de atraparla de nuevo.
Un pájaro negro, quizás un cuervo, nos observa agazapado entre las ramas del árbol junto a la profunda balsa de oscuras aguas bajo la que no sabemos aun que o quien descansa.
El silencio de la casa es inexpugnable, nada ha conseguido romper su quietud durante todo el día, salvo nuestras idas y venidas, ya que a estas alturas del año nadie se acerca a la antigua casa del cami les forques aun ahora que vuelve a estar habitada.
Nadie tiene nada que hacer por aquí, tan lejos de todo.
Ha permanecido cerrada durante años y aunque ha sido pasto de las inclemencias del tiempo y de los saqueadores aun guarda algo de su antigua magnificencia.
Nadie sabe decir a ciencia cierta cuando construida, por lo menos deben haber pasado 200 años desde entonces así que los que podían haberlo sabido no viven para contarlo.
Ahora la casa es nuestra.
Va a ser difícil insuflarle vida de nuevo si es que alguna vez ha parecido tenerla. Me es casi imposible imaginar que las lúgubres estancias de antaño pronto se verán limpias y blanqueadas. Mientras recorro en silencio la planta baja pienso que tal vez iluminadas conseguirían parecer acogedoras.
Tal vez. Pero eso deberá suceder antes de que llegue la niebla y no queda mucho tiempo.
Temo que la imagen de la casa tal y como esta ahora y envuelta en niebla pase a a ser uno de los temas favoritos de mis recurrentes pesadillas.
Se preve un invierno largo y frió como solo puede serlo tan cerca de los pirineos. La sola idea de permanecer en la casa lejos del ruido de la ciudad se me hace a la vez inquietante, apetecible y sobrecogedora.
Sobre todo sobrecogedora
La digamos "restauración" no ha hecho mas que comenzar así que todo esta repleto de retazos de historia de sus antiguos habitantes, con lo vieja que es sus muros deben haber sido testigos de muchas cosas. No me gusta pensar en eso...
Los oxidados trastos inservibles que se atesoraron durante años van siendo sistemáticamente arrancados del letargo en el que han sido sumergidos tanto tiempo, una vez inspeccionados son desahuciados irremisiblemente a pudrirse en el vertedero.
Entre ellos aparece una antigua fotografía de un hombre vestido con un sobrio traje militar, por lo menos debe ser de principios del siglo pasado o mas antigua. Da un poco de yu-yu, la verdad.
La conservare junto con unas cartas que me da un poco de reparo leer. Es como si las paredes me observaran al hacerlo glup!
No querría conservar ningún recordatorio mas de la siniestra impresión que tuve la primera vez que cruce la puerta, pero a la vez no evito querer que la casa se mantenga ligeramente impregnada de su esencia anterior.
Las ratas, escondidas entre sacos de lana me espían mientras deambulo por las oscuras habitaciones repletas de incomprensibles utensilios antidiluvianos, las siento moverse, puedo oírlas y pienso que debería estar contenta ya que son la única compañía que vamos a tener aqui, aparte de las arañas, los huidizos conejos y algún que otro zorro hambriento que se atreva a acercarse lo bastante.
Mejor así, no me parece nada tranquilizadora la idea de tener compañía extra sobre todo si esta era incorporea o no la he invitado yo.
Como siempre, mi imaginación fantasmagorica producto de demasiada literatura de terror hizo acto de aparición.
Sonrío mientras miro por la ventana y veo a mi imperturbable novio trabajando ajeno a mis pensamientos.
Si supiera que ya estoy otra vez pensando en fantasmas se enfadaría mucho.
Y si supiera que siempre que he mirado por la ventana de arriba hacia el patio me ha parecido ver a una mujer junto a la balsa se enfadaría aun mas y no me dejaría volver hasta que no acabaran las obras.
El no sabe que existen los fantasmas.
Situada en lo alto de un cerro esta es la ultima casa del pueblo, mas adelante se extiende un bosque de pinos y encinas tan sombrío que parecía sacado de Sleepy Hollow, o de la Transilvania draculiana de Bram Stocker ( en realidad estamos en Huesca pero se parece y ademas me gusta darle literalidad al relato.)
Mientras calculo la distancia que nos separa del "mundo habitao" reparo en la luna llena que comienza a asomar.
Es extraño, siempre que he estado aqui he visto la luna, aunque aun no fuera de noche.
Lo que nunca he visto son estrellas.
El cielo es demasiado denso para dejarlas romper la oscuridad del paraje.
(.. continuara)
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Buscando informacion sobre una concreta casona antigua di con este blog.No es el tema que necesito pero ha logrado interesarme.
ResponderEliminarBuena narracion y buen estilo.
Sigue contando tus visitas a la catedral, me he reido mucho.
Cierto es que todos alguna vez hemoss sentido algo asi.
Un abrazo